Gerentes versus Poetas

Cecilia Cifuentes

En marzo de 2010, días después del terremoto del 27/F, hacía mi primera clase de Macroeconomía. Para motivar los tópicos del curso, pregunté a los alumnos si el terremoto significaba un mayor o menor crecimiento. La mayoría se inclinó por esta última opción, debido a la significativa destrucción de la infraestructura productiva (el propio Banco Central en los IPoM de marzo y junio de ese año redujo la estimación de crecimiento).

La respuesta que luego di a los alumnos es la usual en economía: “Depende” ¿De qué depende? Si el proceso de reconstrucción es lo suficientemente efectivo, su impacto positivo en inversión y empleo puede superar el daño generado por la capacidad instalada destruida. Además, si las personas confían en un proceso efectivo, estarán dispuestas a gastar en la reparación de los daños particulares, percibiendo la transitoriedad de las pérdidas.

“No deja de ser paradójico. Los dos gobiernos de Piñera fueron criticados por la ‘falta de relato’ y por ser “de gerentes”. Al actual Gobierno le sobra relato, pero a estas alturas es más que evidente la falta de gestión”.

Finalmente, eso fue lo que ocurrió; fue tan efectiva la reconstrucción, que el crecimiento resultó superior a la estimación previa al terremoto, llegando a un 5,9%, liderado por la inversión que creció casi un 25%, con un impacto muy positivo en el empleo y las remuneraciones.

Nada garantizaba que esto fuera así; de hecho, Haití sufrió un terremoto en enero de 2010, y Japón en marzo de 2011. El primero tuvo una fuerte recesión, y se demoró tres años en recuperar el nivel de PIB previo al desastre. Japón, por su parte, no creció en 2011, lo que hace destacable el caso de Chile, en que el terremoto terminó siendo un fuerte impulso a la actividad y los ingresos.

Hoy nuevamente el país se ve enfrentado a una tragedia de graves consecuencias para la región de Valparaíso, que el propio Gobierno ha señalado como la de mayor impacto destructivo desde el terremoto, aunque las diferencias son considerables entre ambos desastres. Sólo en términos de viviendas destruidas, el 27/F fueron 220 mil, en comparación con 7 mil como consecuencia de los incendios.

¿Puede este Gobierno convertir la tragedia en una oportunidad para mejorar las condiciones de vida de las decenas de miles de personas afectadas, y además avanzar en estrategias preventivas de este tipo de catástrofes? Hasta ahora vemos que las materias de gestión no son el fuerte del Ejecutivo, a pesar de lo exitosos en el discurso crítico a la acción de otros gobiernos. El verso es lo suyo, pero la falta de experiencia ejecutiva les ha pasado la cuenta, sin que tampoco se perciba una curva de experiencia positiva en estas materias.

De hecho, luego de los devastadores incendios del sur en 2023, deberían haber desarrollado mejores estrategias preventivas, que existen a través de tecnología de drones, cuyo costo es totalmente abordable. No se hizo, y los daños se multiplicaron por varias veces en términos de personas afectadas y viviendas.

Sin embargo, el país cuenta con la experiencia para enfrentar en forma exitosa este tipo de desastres, y de hecho el hoy difunto Presidente Piñera ya había iniciado un trabajo con sus excolaboradores para cooperar con el Gobierno. Ese trabajo ya se tradujo en un documento sobre la estrategia a seguir. Es de esperar entonces, por el bien de los miles de afectados, que ese trabajo colaborativo se haga efectivo, dejando de lado prejuicios y soberbia. Se trata en definitiva de un imperativo ético.

No deja de ser paradójica la situación que enfrentamos; los dos gobiernos de Piñera fueron criticados por la “falta de un relato” y por ser “gobiernos de gerentes”. Al actual le sobra relato, pero a estas alturas es más que evidente la falta de gestión. Al menos yo no tengo dudas al respecto; prefiero un gobierno de gerentes a uno de poetas.